martes, 24 de julio de 2007

Ropa Usada y consideraciones al respecto.

Con mis amigas de la Universidad somos unas entusiastas clientes de la “Ropa Americana” o más sencillamente “La Americana”, ya sea Meicy’s, Baltimore o Euro Fashion, cuyos nombres al oído inexperto emulan el glamour sofisticado de una Picadilly Circus o una Fifth Avenue, pero que en realidad no son más que grandes y desordenadas tiendas de ropa desechada por gringos y europeos que no tienen nuestra cultura de guardar y remendar, sino que se ponen las cosas un par de veces y las tiran, en pos de otras prendas mas nuevas y a la ultima moda, cosa que es aprovechada por los astutos dueños de estas tiendas, que las disponen en cajones y perchas, en donde la gente puede escoger y buscar a su gusto. La cosa es que con las chiquillas somos adictas a esos lugares, uno, porque no tenemos la plata ni las ganas suficientes para comprar en las multitiendas, dos, porque nos gusta la exclusividad (ja!) tres, porque somos busquillas y es una manera (para nosotras) chora para pasar la tarde. Además sabemos que con diez lucas que apenas nos alcanzan para un pantalón producido en serie en la Falabella, que seguro tendrán otras tipas y con las que nos cruzaremos en la calle, y que al vernos iguales, se nos caerá la cara de vergüenza (cosas de minas, ya saben) y cruzaremos la vereda para que nadie mas nos vea. Y además no seremos únicas. Es que ya nos sentimos únicas, pero nos gusta expresarlo con la ropa, aunque yo nunca he sido trapera, me carga andar vestida igual que todos y por eso jamás nadie me ha visto nunca en la vida vestida a la “moda”. Bueno, con esas mismas diez lucas que apenas nos alcanzan para un miserable bluejean clonado por mil o una chomba que a la primera lavada se nos llenará de motas, podemos ir a la Americana y vestirnos de pies a cabeza, incluidos gorros, chaquetas y pantalones, blusas y faldas. Es bacán. Claro que algunas cosas hay que arreglarlas y adaptarlas un poco, sabemos bien que nadie más tendrá nuestra prenda. Asimismo en ninguna otra parte mas podremos encontrar pantalones Versace o chombas Armani a luca. Hay gente (envidiosos de nuestro estilo) que nos webea con el asunto de que es sumamente flaite y picante y humillante tener que vestirse con ropa usada por otros, pero yo pienso que es mucho mas humillante dejar que unos canadienses prepotentes golpeen a nuestros seleccionados y no hacer nada al respecto, o vendernos servilmente como productos folklóricos frente a turistas extranjeros. Eso es lo que creo. Y la ropa se lava y se cose un poco y queda como nueva. Me gusta pensar en que historias podrían confesar esas telas y no tengo problemas en escucharlas, porque sé inglés. Y la exclusividad, no se olviden de eso. También esas tiendas son un pequeño mundo en sí, si yo fuera socióloga seguro que haría un estudio sobre ellas, porque en esos lugares no sólo se ve gente pobre o universitarios/as de escuálidos bolsillos, como se podría pensar al ser un lugar en que te dan dos pantalones en mil o faldas a quinientos o tres chaquetas en dos lucas. Me ha tocado muchísimas veces toparme con blondas viejas de la más rancia alcurnia temucana enfundadas en abrigos de piel de algún animal en peligro de extinción y anteojos Dior made in La Douce France con el poto parado en las cajas excavando como topos desenfrenados en busca de algo que sólo ellas saben, las he visto pelearse chalecos con los que Sarita Vázquez posaba coqueta en las páginas sociales de La Aurora de Chile, empujar a gordas por un pantalón de tela que ni mi abuelita (que es un personaje bastante particular) se pondría y luchar por GIGANTESCOS polerones con el logo de algun estado gringo (Minessotta, Iowa, Connecticut, Disneyworld y New Jersey son los favoritos) que obviamente uso un sonrosado yankee de talla XXXXL , que amaba con ardiente pasión porcina ir a ponerle wendy a algun Wendy’s o Mc Donals, of course, como se puede juzgar por las manchas de salsa en la gran “P” (de Pittsburg) que motivó al mofletudo a tirar su prenda, porque le daba flojera mover su enorme humanidad para ir a la lavandería coreana de la esquina. En fin, después de que estas aristocráticas damas han batallado por las cosas ya mencionadas, se arreglan sus peinados de peluquería y después de que les hacen el vale de siete lucas (por un saco de leseras) se dirigen con pasmoso descaro a la cajera y le preguntan (este es mi momento predilecto)
-- Oye niña, ¿aquí puedo utilizar mi Mastercard?
-- Ehhhhh, demás poh, si…
-- Bueno, entonces quiero pagar en dos cuotas. Gracias linda.
Eso es estilo. Cuanto glamour. Que manera de ser divas y salir dignamente de aquella indecorosa situación para madres tan finas, esposas de diputados y abogados miembros de Country Club. Después de todo, Mastercard sirve para todo, menos para impedir que yo me cague de la risa de ellas…
Un día N observó en mi casa una foto de mi cumpleaños número 21 en que salgo con dos amigas, una estadounidense, la otra chilena. Y no se le ocurrió nada mejor que opinar que ambas se vestían iguales. Y no nos explicábamos el porque, siendo que ambas son tan distintas y venían de lugares tan lejanos. Y que para el momento de sacar esa foto ni siquiera se conocían. Estuvimos tomando caldo de cabeza por un rato, tirando respuestas cada vez más absurdas, hasta que dimos con la teoría exacta. Es que resulta que V se viste en la Americana. Y K seguramente descarta su ropa que luego llega a algun país sudamericano como el nuestro (que feo suena, pero así es) y después viene V, la encuentra, le gusta y la compra por la milésima fracción de lo que debe haberle costado a K allá en Gringolandia. Eso explica el parecido. Y a nosotras no nos da vergüenza. Y ese día K no le hizo ningún comentario a V acerca de su indumentaria. (Siendo justa, K es una excelentísima persona y aunque el misterioso azar la hubiera reencontrado con alguna blusa suya, estoy segura que ella no habría dicho nada.) Y estas cosas, puede ser que de alguna manera que nos unan. O que nos desunan aun más. Pero lo importante es que podemos sinvergüenzamente vestirnos bien por poca plata y ya siendo un poco mas elevada, también, si se tiene los ojos abiertos, se puede aprender allí un poco más sobre la condición humana o en su defecto, pillar una linda polera GAP que nadie va a creer que costó 300 pesos. Y no me interesa darle mi dinero a París o Ripley.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, cuando yo vaya de vuelta a las Tierras Imperecederas de la Araucania, cerquita de donde vive Sauron Fierro, te convido a una chela, o una piscolita, o un simple juguito de melòn tuna, as you wish. Y asi podremos arreglar el mundo. Supongo que dependiendo de la oportunidad y de tu estado de animo, te interesarà que nos juntemos algun dia :)

http://elobservador.wordpress.com

nati dijo...

ja!

siiii, siii... muchisisisisisisimas veces me he encontrado con la vieja cuica que compra hasta los calzones en la Americana...

es INCREIBLE.. digno de un estudio... estoy muy de acuerdo!!!

ja!

(es tarde...noche de insomnio... nos veremos colega y tocaya!!!

cariñossssss

:D
nati

nati dijo...

ah!

buen texto!!!

;D