viernes, 28 de septiembre de 2007

Hoy será un post confesional. De esos que me carga hacer, pero hoy la noche está tan aburrida, no hay nadie en MSN y mis amigos (¡¡todos/as!!) brillan por su ausencia. La mayoría está pololeando (diría "ay la maldita primavera", pero es demsiado cursi y obvio) y los otros probablemente fueron abducidos por alguna nave extraterrestre a la salida de la Constructora.
La cosa es que es viernes, estoy sola y estoy aburrida.
Debería sentirme triste o algo así, pero no, sólo estoy aburrida. Pero que mal dicho, dije "deberia", ¿es acaso una obligación salir a carretear los viernes?. Lamentablemente en mi circulo social es así, y yo no es que quiera salir a tomar (no puedo), pero quisiera tener al lado a alguien con quien conversar, porque lo peor de este viernes tan predecible (en un rato más me acostaré y dormiré y hasta ahí llegara este dia viernes que nunca más en la vida volveré a vivir y que no se repetirá jamás) es la tremenda y terrible sensación de soledad que nunca antes había sentido, por lo menos, hace muchísimo tiempo. El ciber este es nuevo y hasta eso me molesta un poco, tanto anonimato y la sensación que estoy lanzando palabras vacias a un espacio indiferente. Me siento tan sola como hace mucho tiempo, y eso que yo soy una persona a la que le gusta, más bien le encanta estar sola, o por lo menos así lo creia yo, pero me estoy dando cuenta que quizá no es tan así, que dentro de toda mi dureza e independencia de la que tanto me gusta presumir, quizá en el fondo, peor muy en fondo, si necesite percibir la presencia de otra persona. Segun mis ausentes amigos lo que me falta es un pololo. Hmmm, no, no es eso. Me falta comunicarme con alguien en un nivel más profundo, conocer la certeza de que no me estan mintiendo, sentir la cercanía y captarla sincera....
No sé, estoy hablando puras weás, mejor me voy.

1 comentario:

Prado dijo...

la materialidad al final es eso: soledad impuesta. las murallas de la carne conteniéndonos, seres desconectados de su todo, ciudadanos sin patria, hijos bastardos, ciegos. Leí, o pensé, o imaginé, que al final no somos otra cosa que rocas en un jardín japonés de arena. islas inalcanzables, rodeadas sin embargo del mismo mar, que todo lo abraza, todo lo corroe, todo lo gasta, todo lo habita, sin quererlo, para siempre, sin remedio.